martes, marzo 14, 2006

 

9no. Viaje (Enero 2003): Andes...San Juan - Paso de Aguas Negras - La Serena

Desde el tórrido San Juan - San Juan (8/01/03)

Hola a todos/as! Cómo va?

Qué vueltas las del destino!. Estoy escribiendo desde un locutorio en San Juan capital, lugar del comienzo del viaje...y no es que me haya quedado acá, eh?

Resulta que en la provincia de San Juan es inexistente la posibilidad de conectarse a la web, a menos que sea en la capital o pagando conexión de larga distancia (o sea, un huevo y medio!).

So, llegando hoy a Calingasta (un pueblito en vías de extinción en lugar de la capital de la región como yo creía) conocí un par de flacos de baires (Hernán y Christian) que bajaban a la city para conocer el camino por el que yo había subido, así que me enganché con ellos y acá estoy...

Pero vamos al viaje (brevemente, eh?):

Llegué el sábado a las 17,30 y fue como meterme en un horno de fundición...qué calor!!! Armé la Maira y encaré al primer camping, a 15 km de acá, en el Marquesado. Los mosquitos se hicieron un festín conmigo, me olvidé la llave del candado de la bici (o sea que paseo un cable que pesa más de un kilo) y lo peor es que en la noche el viento me trajo la dulce melodía de los boliches de las cercanías, así que cero sueño. Buen comienzo, no?

El domingo enfilé para Pachaco, a unos 80 km y en camino a Calingasta. Me esperaban unos cuantos km por un camino encajonado y estrecho (con decir que hay circulación restringida por horarios) pero con unos paisajes impresionantes! Lo bueno es saber que nadie te va a venir de golpe de frente...

Curvas y contracurvas a granel, paredes de todos los colores con caídas de precipicio infartantes, y el río San Juan por debajo, corriendo furioso con un color rojizo intenso por los sedimentos que arrastra.

Al principio el sol se me escondió en unas nubes que amenazaban torrenciales lluvias, pero al ir trepando se fueron quedando atrás y el sol con toda su intensidad empezó a ejercer su efecto matador. Por ahí la subida no era taaaan infernal, pero con ese solazo, hasta subir el cordón de la vereda parece una odisea! Por suerte el viento me fue acompañando y compensó la sensación de cansancio fruto del poco sueño y el escaso entrenamiento (si, esta vez me vine medio de chanta
nomás...).

La cuesta del Tamboral fue el punto culmine de la subida, y de ahí una suave bajada tajeando la montaña y mareándome en tantas curvas. Espectacular!

Llegué a Pachaco tipo 15 totalmente reseco. El cana de turno, Juan, me ofreció quedarme a pasar la noche en su más que humilde comisaría. Joya! Así que me dediqué a dormitar un poco entre las abundantes moscas del ambiente y recuperarme un poco. Que calor!

A la noche me tocó cocinar (y nada más, eh?!) y después tuvimos una sobremesa eterna en una noche estrelladísima y cálida. A este Juan se ve que le embola estar ahí, así que no paró de charlar como hasta la 1 am! Y después de dedicó a roncar como
un cochino el guacho...otra noche insomne...

El lunes 6 (no vinieron los reyes!) encaré para Calingasta con destino final Barreal. De nuevo mucho sol, con presagios de más calor. Vientito suave a favor (qué loco no?) y otra vez una sucesión de curvas interminables hasta avistar la impresionante mole de la cordillera al fondo. Wow! Y coronado por el verdor del valle de Calingasta y los alrededores. Espectacular!

Tipo 11,30 aterricé en la YPF de Calingasta para recargar agua, ya que la que traía parecía lista para el mate! Terminé invitado a matear y picar algunas cosillas con unas Sanjuaninas (no muy agraciadas por cierto) que andaban por allí.

Lástima que se me hizo más del mediodía y el camino a Barreal, lentamente en subida, fue como cruzar el Sahara. Aghhhh, cómo seca la garganta este aire!

Los paisajes de los cerros multicolores y repujados con los dedos eran aún más impactantes que antes. Y al fondo, solito, el gran Aconcagua, mucho más visible que desde el paso a Mendoza, aunque bastante más lejos.

De pasada me metí en un camino lateral para ver el cerro Alcázar (se imaginarán su forma), y esos instantes fueron como entrar a dos hornos de fundición!. Tal era el calor entre esos cerritos que la transpiración no llegaba a caer por la cara! Era como tirar agua en una sartén caliente!

Finalmente a eso de las 15,30 (no es la mejor hora!) llegué a Barreal. Camping con piletita y a otra cosa. Ah, la falta de pedaleo previo me ha dejado el tujes a la miseria más que tener las piernas cansadas...ouch!

Lo malo: a eso de las 3 de la mañana, unas borregas volvieron al camping de fiestear...y la siguieron con su radio en la carpa! Aghhhhh!!!! Y lo peor es que escuchaban cumbia villera! Doble aghhhhhh!!!!! Tal fue mi embole que después de reiteradas quejas, tuve que salir de la carpa y casi trompearlas para que bajaran el puto volumen!...otra noche insomne.

Ayer salí temprano para visitar la Pampa de El Leoncito y los observatorios astronómicos del lugar. Lo que no esperaba era que iba a tener que trepar 850 m de desnivel en 36 km de un camino más que pesado y con el mismo sol molesto de siempre.

Igual valió la pena. El observatorio de El Leoncito (CASLEO) es simplemente espectacular. Es asombroso que sea del
Conicet y ande tan bien! La visita guiada fue muy buena, pero se me hizo el mediodía como nada. Y se vino el calor.

A eso de las 15 empecé a bajar, después de una breve visita al otro observatorio, desde el cual hay una panorámica impresionante de la cordillera y la Pampa.

Pero al salir de la zona arbolada el viento se hizo sentir. Y mal!! Tanto que la eterna recta en descenso que pensaba bajar a mil fue tan lenta como la subida y hasta tuve que pedalear! Ouch!

A medida que bajaba, más fuerte soplaba y más caliente se ponía. Llegar a la Pampa en sí (no me lo iba a perder) fue todo un logro. Estar en el medio de esa planicie desértica, una locura! Ahora entiendo por qué hacen carrovelismo ahí! Es impresionante como te barre el viento. Lo que me costó sacar un par de fotos! El viento te lijaba del oeste, secándote hasta la más mínima expresión de humedad! Pero fue alucinante...

Lástima que a la vuelta me comí 19 km con ese viento de cote que me dejó peor que una pasa de uva!

Al final volví como a las 17 (o sea que me agarró el peor calorazo) y me desayuné con que a las 4 borregas se les habían sumado unos 12 teens energúmenos con ganas de hacer quilombo toda la noche. Cuando me tiré a descansar y al ratito sonó Damas Gratis a full la decisión fue inmediata: me rajo! So, me mudé a la otra punta del camping: quiero dormir!!!!!!

Hoy me lo tomé tranqui. El camino de vuelta a Calingasta desde Barreal fue un lindo paseo. Llegué justo para zafar del calor y de suerte pegué este hotel-camping que está para quedarse a vivir. Es más, tal vez me quede mañana descansando ahí...

El ver hoy desde el auto lo que hice los otros días me hizo dudar de mi cordura...qué!? acaso piensan que no me queda nada????

Si por la gente con la que he hablado fuera, la locura total es el paso que voy a hacer. Pero veremos que dicen los hechos al respecto...

Para eso habrá que tener paciencia, ya que hasta La serena no voy a poder contactarme de nuevo. So, será hasta dentro de unos 10 días maso...no me extrañen!!

Les mando un caluroso abrazo y besos resecos,

Jamerboi

Ni los ganglios pudieron pararme!!! - La Serena (21/01/03)

Hola a todos/as! Cómo va?

Finalmente llegué a La Serena! Y todo en bici...porque estuve a punto de tener que abortar misión y pegar la vuelta a San Juan, ya que me pesqué unas anginas pedorras que me dejaron out. En realidad tenía como plan B hacer que me llevaran al límite y de ahí bajar a Chile, pero la locura pudo más y terminé haciendo todo con Maira.

Pero vamos por partes...

Nos habíamos quedado en Calingasta, después de la visita sorpresiva a San Juan. Como la vuelta se hizo más que larga (es más, nos perdimos un par de veces retornando de noche), opté por quedarme un día descansando. El lugar realmente amerita. Y por si alguno anda por estos pagos, no dejen de venir a este sitio:

Hotel de Campo Calingasta, de Cristina Valerio. Reservas al 02648-421220.

Es un antiguo hotel que están reciclando con un gusto espectacular. Y la atención de la gente es impecable! Altamente recomendable.

Después de un día de ocio, con pileta (gigantesca!) y con tareas de costura (me hice unas fundas con tela para las botellas, cosa de mojarlas y evitar que el agua se me caliente tan rápido), terminamos el día con la gente del Hotel a unos km, tirados en el asfalto mirando las estrellas. Y qué cielo! Una parva de estrellas fugaces, los resplandores de una tormenta en el horizonte hacia San Juan. Impecable! Y lo mejor es que no hacía frío para nada en comparación a los otros lugares en los que he podido apreciar estos cielos limpios.

El viernes 10 encaré para Villa Nueva, a unos 40 km de allí. Camino asfaltado y sencillo, sin mayores problemas. Pasando por una pampa muy amplia y algunos pueblitos más pequeños. Recalé en gendarmería, y para cuando llegué el calor ya empezaba a apretar. Ese era el karma más grande: no poder cubrir mayores distancias ya que sino el sol te despedazaba. So, a descansar un poco pues.

En el lugar, que mayormente es un conglomerado de fincas, no pasa demasiado. Los dos gendarmes se dedican a hacer un poco de huevo y mirar Direct TV. Digamos que una existencia más que tranquila. Demasiado diría...

Aprovechando los 700mil grados que hacían afuera, me tiré para una siestita. Pero adentro no hacían muchos menos
grados, así que tampoco se podía disfrutar mucho del asunto. Es más, me levanté con la garganta reseca y sintiéndome un tanto mal. Indicios de peste??? Esperemos que no!

A la noche cayó un paisano del lugar y fue más que interesante ver su perspectiva de las cosas. Es increíble cómo hasta en un lugar tan pequeño ya las cosas están viciadas con el choto del pueblo que explota a los demás y así. También fue todo un curso de manejo idiomático, ya que le entendía la mitad de lo que me decía!

El asunto estuvo espeso durante la noche. Casi no pude dormir nada. Boca reseca, calor agobiante, dolores por todo el cuerpo. Una cagada, bah! Y al levantarme a las 5,30 las cosas no habían mejorado. Tenía todos los síntomas de unas buenas anginas. Y los ganglios inflamados como pelotas de ping pong eran una buena prueba de ello. Qué hacer?? Quedarme otro día allí no era muy buen negocio. Así que a pesar de esperarme uno de los peores caminos, con 50 km de subida hasta Tocota en un ripio más que feo y con perspectivas bastante negras, me mandé igual.

Y cómo me arrepentí después! Ya desde Villa Nueva el camino empieza a trepar sin contemplaciones por una sucesión de curvas y contracurvas que muestran más y más subida a cada rato. El ripio hace las cosas más lentas, y mi estado patético de salud no las favorece en lo más mínimo. Me duelen los riñones mal, las piernas no tienen fuerza y se me seca la garganta que
late al ritmo de los ganglios. Qué lindo!
Lo único bueno es que algunas nubes retrasaron la salida del sol y por ende del calorazo. Ni siquiera puedo parar a descansar una poca, ya que miles de mosquitas insoportables me rodean y te sacan de quicio! Hay que subir nomás!

La cosa se vuelve más que peliaguda. No se si por la pendiente o por la peste. Calculo que la conjunción es fatídica. De a ratos me tengo que tirar al costado de la ruta a recuperarme un poco, ya que los dolores musculares son muy intensos. Y lo peor es que en la cabeza me da vueltas el tema del paso. Cómo voy a hacer para cruzarlo en este estado? La altura me
afectará más al estar tomando antibióticos? De dónde voy a sacar fuerzas???

Ya empiezo a perfilar diferentes planes de acción. Primero, si pasa una chata me tiro arriba por lo menos hasta Tocota. Ya no puedo más y recién voy 20 km en los que trepe unos 500 m de desnivel. Segundo, ver que si la cosa no mejora ir pensando en pegar la vuelta para San Juan. Una gran angustia me atrapa. Tanto esfuerzo para venir hasta acá y quedar fuera de combate por unas putas anginas!

Cerca del mediodía llegué al cruce de caminos conocido como el Puntudo. Nadie pasaba. Y a lo lejos vi una casa. Abandonada? Seguramente, pensé. Pero nooooooo, era un campamento fijo de vialidad, todo un paraíso inesperado. Qué alegría me dio ver los dos individuos que estaban allí, el Rufino y Oscar Pintos.

Tambalenate y sin fuerzas me acerqué. Pude tomar un té, recambiar el agua y hasta descansar una horita. La lógica indicaba que no tenía que avanzar más, quedarme en ese pequeño oasis. Al ver mi patético estado y entre una que otra gastada (Lopecito, que mal que venimos, eh? Así no vamos a llegar lejos...), Pintos llamó por radio a la gente de vialidad en Arrenquintin, el último puesto en el paso, y me hizo los arreglos por si quería que me llevaran en camioneta hasta el límite. Era una opción. De esa forma si seguía arruinado al menos podría conocer el paso.

Con esa nueva oportunidad y con la garantía de que el camino continuaba otros 25 km pero con menor pendiente, seguí viaje. Una nueva mala decisión. A poco de andar, un viento infernal empezó a soplar en contra. Así que compensé la pendiente con el viento. Que negocio el mío!

El escaso bienestar que había juntado descansando me duró poco. Pedaleando por los llanos del leoncito, una pampa infinita que hacía ver el camino como una línea recta interminable y ascendente, al poco tiempo ya estaba de nuevo a full con los síntomas de las anginas. La ventaja es que no tenía el famoso viento del oeste o conchabado (porque no falta nunca) o un
zonda caluroso. Era un viento relativamente fresco (o al menos así lo sentía yo), que me barría de frente. Es más, a los pocos km de salir, un manchón de arena me hizo clavar la rueda delantera y terminé en el piso, con un lindo recuerdo del camino en la rodilla derecha. Arruinado el pibe!

En eso, a los 38 km (me acuerdo de cada uno!), apareció algo en el horizonte. Con los binoculares pude distinguir que era: un cristo, al mejor estilo pan de azúcar, pero elevándose en un pequeño cerro, que según me habían dicho era Tocota. La noche anterior pensé que me gastaban cuando me contaron de la estatua, pero allí estaba, en el medio de la nada.

Y si habré puteado con ese cristo que no llegaba nunca! Una eternidad me parecieron los últimos 13 km, pedaleando, parando, caminando...cuándo llego????

A las 17, después de andar dando vueltas desde las 6,30, llegué a Tocota. Un caserío mínimo en lo más alto de los llanos, con un puesto de gendarmería. Y allí recalé. Un tanto parcos los muchachos, pero no pensaba hacer ni un metro más! No entendían muy bien lo mío, parecía que me habían cagado a patadas más que haber pedaleado 51 km. Y en subida! Trepando casi 1100 m de desnivel. Digamos que no es lo más recomendable según el médico, no?

Un tecito de chacha coma (ajenjo blanco) me hizo recuperar el habla. Según dicen es bueno para el apunamiento. Pero eso no era lo que yo tenía!!!

Anyway, apenas vi un colchón, me tiré y palmé...tres horas. Sólo atiné a levantarme para darme una ducha (también medio a regañadientes por parte de los muchachos) y comer algo. Gracias a Dios que éstos sí cenaron algo y no hicieron como los de Villa Nueva, que se conformaron con un tecito!

Dormí como un lirón, transpirando a lo bestia. Supongo que el remedio ya estaba empezando a hacer efecto. En la mañana me sentía un poco mejor, pero no era wow! Digamos que estaba en un 60 %. O sea que podía caminar y hasta entablar una conversación coherente...errrr, bueno, casi.
Arranqué tempranito con la fresca. Las nubes se habían ido y el sol pegaba lindo. Me esperaban como recompensa 36 km de bajada hasta Iglesia. Pero el camino no era de lo más bonito. Mucha piedra suelta, algunos pozos tramposos. Y como regalito extra, en un par de tramos el río que venía a la par del camino decidió incursionar en terrenos ajenos y por alrededor
de un km andaba a lo más choto por el medio de la ruta. La primera vez lo evité por el costado, en medio de las rocas. La segunda no lo pensé mucho y lo pasé por arriba caminando en patas. El agua en estos casos es una cagada, ya que ablanda mucho la tierra y las ruedas se traban con el barro que se engancha en los frenos. Chiche!

De ahí en más, disfrutando del paisaje a bordo de la coctelera en que se había convertido Maira con los tumbos del camino. Tanto es así, que en algún momento perdí el guardabarros delantero y ni cuenta me di!

Por fin llegué al preciado asfalto al pasar por Bella Vista, pequeño pueblo rebosante de álamos y de verde, ahora de moda para los adolescentes en busca de joda.

Yo seguí viaje (ya para adolescente estoy un poquito pasado) y luego de 11 km más llegué a Las Flores, punto de partida para el paso de Aguas Negras. Para ser la sede de la región, bastante chico el asunto. En un km crucé el "centro" y llegué a la estación de servicio del ACA, recientemente abierta. Pregunté por el lugar de acampe, y resultó ser una placita enfrente
de la estación. Digamos que no me convencía mucho. So, mirando el lugar vi una construcción abandonada y después de pedir permiso se convirtió en mi Sheraton privado.

Aún bastante apestado, no sabía muy bien qué hacer. Opté por encarar el camino hacia arriba al otro día, y de acuerdo a como me fuera en los 40 km hasta vialidad en Arrenquintin decidir si subirme a la camioneta o seguir con Maira.

Pasé la calurosa tarde en el lugar, mateando con las chicas que lo atienden, Paola y Cecilia. Ahí uno se da cuenta de la suerte que se tiene con el trabajo. Estas pibas laburan desde las 8 a las 22 de corrido, haciéndose cargo de todas las tareas de la estación, de lunes a lunes y por sólo 8 mangos por día!! Y están más que agradecidas por poder juntar unas monedas con
la situación que se vive hoy por hoy. Duro, no?

Aprovechando la cercanía y con esperanzas de mejorar mi endeble salud, me fui de una escapada a las termas de Pismanta, a unos 6 km de allí. El hotel con bañeras de aguas termales está regenteado por los propios empleados, ya que el último dueño era uno de esos políticos-empresarios garcas que arruinó el lugar. Es reconfortante ver como han sacado adelante el lugar.

Me metí en una pileta de 40 °C. Pensé que estaba en el infierno! No duré ni diez minutos! Pero el relax en los sillones duró como una hora. Sentía una mejora en la cuestión muscular, pero me parece que el calorcito no fue de lo mejor para mis ganglios, que habían tomado proporciones increíbles!! Habré cometido un error??

Me entretuve charlando del paso y de las cosas buenas que hay por la zona, primero con Adrián y luego con Oscar, que
andaban de paso por el Hotel.

Me recomendaron visitar la cordillera del viento, pasando Rodeo, a pocos km de allí. Ahora con un embalse que han hecho y gracias a los fuertes vientos que nunca fallan, el lugar se ha convertido en la capital mundial del Windsurf. Pueden creerlo?? En el medio de San Juan y rodeado de montañas? Ver para creer...

Volví para mi habitación de lujo a comer algo y descansar una poca...y descubrir que un perro guacho me había afanado la bolsa con el queso y las galletas! Shit! Ya en Calingasta un gato trepador me había choreado la bolsa con el queso y el salamín que había dejado oreándose en un árbol. Cosas que pasan...

Lunes 13. Día de la verdad. Empieza el cruce de los Andes. Al tiro de salir paso por la aduana y completo los trámites de rigor. Desde allí se vislumbra el camino asfaltado, que se interna como una gran recta ascendente a través de la pampa hasta perderse en las moles de piedra que cortan el camino: los imponentes cerros de los Andes.

El sol brilla y un suave viento me va llevando. Me siento un poco mejor que los otros días. Es un buen síntoma. A medida que me voy acercando me pregunto por dónde catzo pasará el camino? No se ve que haya ninguna parte accesible como para trazar un camino ahí!!

La cosa va en elevación progresiva. De los 2000 m de Las Flores voy trepando paulatinamente. Y se siente!
Mientras me dedico al asunto, el paso comienza a adquirir una nueva nomenclatura: en lugar de Aguas Negras, Nubes Negras. La cosa se va poniendo oscura y se va cerrando más y más. Tanto que empiezo a oír los truenos en la montaña. Y lo inesperado ocurre: comienza la lluvia cuando sólo me faltan 4 km para el puesto de gendarmería y 6 para el de vialidad.

El camino ya se ha empezado a escurrir entre los cerros, con el arroyo aguas negras a mi derecha, rojizo de tanto sedimento que arrastra. Se viene el frío de golpe. A la mojadura interna por transpiración le sucede la externa por la lluvia que se pone helada con el vientito que ahora me viene de frente. Por suerte queda poco!

Después de un fugaz paso por gendarmería llego a vialidad y ahí anclo la bici. Ya me estaban esperando y soy recibido de diez por el cocinero. Los demás aún están arriba trabajando. Estar calentito y tomando un café con pan y mermelada mientras afuera la lluvia va in crescendo es un placer difícil de explicar. Y ni qué decir después de un buen almuerzo con todos tirarse a dormir una siesta oyendo el repiqueteo del agua en el techo y las ventanas. Espectacular!

Los muchachos de vialidad provincial realmente son una de las grandes joyas que tenemos los ciclistas en el camino. Acostumbrados a rescatar gente de las rutas, saben cómo atenderlo a uno con la mejor hospitalidad y cordialidad. Y ésta no es la excepción. Rolando, Cándido, Santos, Agustín y Roli se enganchan charlando acerca de los viajes en bici, conozco un poco de sus vidas (nada fáciles por cierto) y terminamos jugando unos buenos partidos de chinchón de a 4...que tengo la
imprudencia de ganar en dos oportunidades. Mal hecho! No sea cosa que mañana una motoniveladora me pase por
arriba cuando vaya trepando!! Por suerte el último partido lo gana uno de ellos...el honor está a salvo!

Ah!, ya para estos momentos me llama la atención que en todos los lugares donde me han convidado con mate, la cosa viene plagada de azúcar! Una cucharada por cebada! AL tercer mate ya es un almíbar...de amargos ni hablar, no?

A esta altura ya tomé una decisión: vamos a encarar la cosa en bici. La mejoría es notoria, y si bien no estoy diez puntos, tengo la tranquilidad de saber que los muchachos andan por ahí y si lo necesito me pueden ir a rescatar.

So, el martes encaro la primera parte del paso. Nuevamente el sol se abrió paso y las nubes han desaparecido. Arranco tranquilamente a eso de las 8. La subida es lenta, a no mas de 5-6 km/h. No tanto por la pendiente, sino por adaptarme a los cambios de altura. Ahora estoy a 3000 m y el objetivo del día es un sitio llamado piedras negras, donde una pirquita de rocas me puede proteger del viento cerca de un curso de agua a 3900 m. Ideal para adaptarse antes de encarar el resto de la subida.

Son 25 km por una sucesión de faldeos y alguna que otra quebrada. Los cerros van cambiando y con ellos el colorido. Es espectacular ver cómo se trepa cortando los cerros y de cuando en cuando se hace una Z para ganar altura. Por suerte el viento es suave y a favor, lo que facilita el asunto. Los restos de un antiguo asfalto permiten avanzar bien por tramos, sin
complicaciones con rocas sueltas ni grandes pozos.

Después de unos 20 km llegué al lugar llamado El Arenal. Y haciendo honor a su nombre, es una gran extensión de piedra suelta bien triturada, que parece arena negra. Al final de ese tramo de 5 km enmarcado por altísimos pedreros de colores bronce y negro estaba mi campamento base. Y ahí nomás me instalé cerca del mediodía. En medio de la pirquita de rocas que me protegía del viento fresco, que atípicamente estaba soplando desde abajo. Y desde abajo también subían otra vez las nubes. Me tocara agua acá arriba? Esperemos que no...

El tema de la altura ya se hacía notar un poco. A 3900 m los movimientos son lentos, sin acciones bruscas ya que sino la cabeza enseguida parece haberse quedado atrás. Vengo a base de coca y bica. Y con tecito de coca me mantengo durante el día. No quiero saber nada de tener sangre en el estómago haciendo la digestión, ya que el efecto de apunamiento surge enseguida.

Paso el día tranquilo, en el medio de la nada. Y al ir cayendo el sol, la temperatura también acompaña y se va poniendo gélido el asunto. A las 20 ya estaba acovachado en la carpa. Vino bien ya que después de las 2 de la mañana fue imposible dormir. El frío me despertó y me mantuvo apretujado sobre mí mismo hasta las 6 que me obligue a salir. No hay ropa que alcance. Y la bolsa térmica no era negocio para una sola noche de frío...so, a bancársela...

A la mañana, despejada otra vez, la condensación de la transpiración estaba escarchada en el sobretecho de la carpa. Brrrrrrr!!!!

Después de un frugal desayuno con té de coca, arranqué rumbo a la cumbre. De a poco la temperatura fue elevándose, pero nada que digamos caluroso. Al poco de salir me interné en la quebrada de San Lorenzo, famosa por los intensos vientos del oeste que se encajonan y hacen el paso una tortura para los ciclistas. Pero tempranito zafo del viento y llego al final sin
problemas.

Recién ahí se sienten algunas ráfagas, que dicho sea de paso, son gélidas! Es como si te cortaran la cara con un cuchillo! Ese es el otro punto donde se puede acampar al costado de un arroyo y detrás de unas ruinas de piedras. El paisaje es mucho más impactante que en el Arenal, pero el viento pega duro. Ya se vislumbran a lo lejos las primeras formaciones de penitentes de hielo, unas torres congeladas que como ejércitos bien formados custodian esos paisajes impresionantes. Y es sólo un preludio a lo que vendrá...

En ese punto el camino gira a la derecha, echando por el suelo las hipótesis de por dónde iba el paso, y comienza a flanquear un cerro. La pendiente siempre se mantiene suave y el camino está en bastante buen estado, pero el tema de la altura comienza a hacerse sentir. Los movimientos se hacen más lentos, hay que hiperventilarse todo el tiempo porque sino al toque se siente la pesadez en la cabeza. Una pequeña opresión se hace notar en el pecho, justo en el corazón, lo que me hace ir controlando al máximo la progresión. Se nota que el pobre viene bombeando a full para que el escaso oxígeno llegue a los músculos.

Voy 15 km y faltan 15 más. Ahí empieza la primera parte del show: los penitentes, que a lo lejos parecen manchones de nieve, al ir acercándose a uno se convierten en torres de hielo que al ir pasándolas muestran sus distintos perfiles y formas. Anchos de costado, delgados de frente, son todo un espectáculo para la vista. Y además está acompañado por el colorido de los cerros. Aquí las aguas del arroyo ya son claras y contrastando con el fondo de rocas oscuras se comprende el nombre de Aguas Negras.

Poco a poco voy avanzando hasta el lugar llamado la olla, donde el camino da un giro de 180 grados y empieza a faldear el cerro para progresivamente llegar al límite. Quedan 11 km y estoy a 4550 m de altura. Y se nota! El viento me pone una barrera de hielo que hace aún mas pesado el andar. Pero al pegar la vuelta se convierte en un ansiado aliado para la trepada.

Al ver bajar los autos y mirar por dónde debo pasar se me pone la piel de gallina. Tan alto va la cosa? Y con tanto rodeo??? Ouch!

Lo más impactante es que los penitentes que al principio te asombran, parecen meras muestras comerciales comparado con los que se van sucediendo a medida que se sube. Es una profusión impresionante de esas formaciones que cubren áreas cada vez más grandes y pasan por el camino sin pedir permiso. Y ahí es cuando uno los tiene al alcance de la mano y en su mayor plenitud. Es muy loco...

Ni que decir que estos últimos km fueron los más difíciles. El avance lentísimo, más que nada porque el límite entre el apunamiento liso y llano y la cordura es muy delgado. A estas alturas, cada metro que se sube es más que notorio. Pero el premio es poder tener una panorámica del camino recorrido y de los penitentes allá abajo como tomada por un satélite del
espacio. Se siente como un pájaro sobrevolando el camino andado.

Por fin llego a la meseta final donde está el límite fronterizo. Pero un viento fuertísimo en contra hace que esos 1500 m se demoren muchísimo. Finalmente a las 14,30 llego al hito y a los carteles que dan la bienvenida a los respectivos países.

Las fotos de rigor no fueron muy sencillas de tomar dado el viento infernal que soplaba. Y me costaron el espejito de la bici ya que en una ráfaga la bici se me fue al piso. Es más, el lugar no es tan impresionante en si mismo, ya que la forma de planicie que tiene no permite una gran panorámica hacia los distintos lados. Mas bien se aprecia al empezar a bajar. Pero eso no quita estar a 4780 m de altitud, con una bici pesadísima y una satisfacción indescriptible de haber logrado llegar enterito hasta ahí por propio esfuerzo.

Un té de coca para celebrar y a bajar. Ya son las 15,30 y tengo que hacer como 60 km hasta poder encontrar dónde parar.

Después de emponcharme bien encaré la bajada. Lo bueno es que para evitar el gran faldeo que hay para subir, en Chile existen unas variantes que sirven para acortar las bajadas. Obviamente que tienen una pendiente mucho más grande, o sea, son súper empinadas. Pero te ahorran unos cuantos km. Y teniendo en cuenta que el camino está muy mal cuidado, lleno de
serruchos o calamina y piedra suelta, es más que una buena opción.

Y por ahí me mando! Frenos a full, curvas y contracurvas a 180 grados, derrapando por las rocas descendiendo vertiginosamente en una cornisa espectacular. Tanto que me acerco hasta casi tocar la única formación de penitentes que hay de este lado del límite. En 5 km bajo 500 m de desnivel!!! Wow!

Otra variante más pequeña y desemboco en el camino tradicional. Ahí me cruzo con la gente que mantiene el
camino, de la empresa Melco, y ya consigo donde pasar la noche. Pero me quedan como 40 km por recorrer. Al
menos me ahorré 10 km con el tema de las variantes!

La bajada continúa por un camino de condiciones variables. A veces muy bueno, otras una porquería que me obligan a frenarme a cada rato. Pero la profusión de colores de los cerros es espectacular. La vía se interna encerrada entre las formaciones rocosas, que dicho sea de paso, encajonan un viento que se hace cada vez más fuerte y en contra.

A medida que bajo, los paredones que me rodean se hacen cada vez más colosales. Me siento una minucia recorriendo esa senda. El río se encajona en partes, con unos rápidos impresionantes. De repente aparecen ensanchamientos y en uno en particular, hay rocas gigantescas que parecieran acomodadas a propósito por el llano, muy lejos de los cerros con inmensos
acarreos multicolores de donde pudieran provenir.

Y por ahí, un mini caracolito al mejor estilo paso de Mendoza, todo para mi. Porque a esas horas es muy raro que alguien venga subiendo. Así que adrenalina a full y a bajar a mil nomás...

La cosa sigue así por km. La cabeza se siente oprimida. No sé si por el cambio de altura o por estar acumulando tanto paisaje espectacular de golpe!

Me pasan de vuelta los muchachos de Melco. Ya son las 18,30 y me aseguran que falta poco. No es tan así...A
lo lejos se divisa el embalse de La Laguna. Ahí el camino faldea el espejo de agua, lo que implica ir subiendo y bajando constantemente. No son gran cosa, pero a estas alturas del día, hasta la mas mínima inclinación del camino me parte al medio. Y se nota!

Más que agotado paso el bendito embalse. Y no llego a ver el campamento de esta gente. Dónde catzo queda?? La cabeza no me da más, y de repente me doy de cuenta de un pequeño detalle: desde hace 11 hs que estoy dando vueltas y no he probado bocado alguno! Estoy mareado del hambre nomás!!! Un par de barritas de cereales hacen su labor curativa y continuo la pedaleada.

Luego de otros 5 km y aprovechando otra variante para bajar al final llegué al ansiado campamento de Melco. Los vagos estaban comiendo, así que en un abrir y cerrar de ojos ya tenía un plato enfrente mío, al rato una ducha caliente (desde hace 4 días que no sentía una!) y hasta me regalaron un espejito para la bici que sacaron no se de qué máquina! De diez los
muchachos! Tanto como los de vialidad en Argentina. A la noche salió partida de dominó y me prendí. Lo cómico era que les entendía la mitad de lo que decían. Contestaba cosas que no eran lo que me habían preguntado, y sólo después de un buen rato me di cuenta de las reglas del juego. Con decir que estaba jugando en pareja y ni cuenta me había dado!!

Qué placer dormir a 3000 m! Qué cantidad de oxígeno que hay!! La verdad que después de andar casi 7 hs arriba de la bici y haber cruzado los andes, las horas de sueño que tuve fueron más que gratificantes...

El jueves encaré la bajada y mi objetivo fue llegar a Vicuña, a casi 120 km de allí. A pesar de tener 70 km de ripio la cuestión de tener bajada incentivaba el asunto. Y el poder visitar el observatorio amateur (léase, que podés mirar con el ojo) de Mamalluca era todo un atractivo.

Los primeros 25 km hasta la aduana chilena fueron sencillos. Con un camino aceptable, nuevamente entre cerros, aunque menos impactantes que antes, y a la vera del río fui bajando. Pasé sin dramas y a las 10 ya estaba encarando los 45 km restantes hasta Huanco, donde comenzaba el asfalto.

Acá el sol ya empezó a pegar lindo. El viento también arrancó, y como no podía ser de otra manera, en contra. Ahora más que gélido, era cálido el asunto. Del horno al freezer y del freezer al horno de nuevo...

Lo malo en esta parte fue que el camino ya se volvió una porquería de calamina. Me la pasé buscando una huella mínimamente andable sin que me destartalara la bici y el cuerpo. Y el viento fuerte frenándome peor todavía.

Tipo 12,30 llegué a Huanco. Por fin el ansiado asfalto. Ya el paisaje no me resultaba muy motivante. Arido a pesar del río al costado, cerros todos parecidos. Nada del otro mundo. Lo más choto es que el viento ya parecía un huracán. Con el encerramiento de los cerros, el camino parecía más bien un túnel de viento dispuesto a testear mi aerodinámica. Así que lo
que hubiera sido un feliz y rápido descenso se convirtió en un pesado derrotero en el que tuve que hacer fuerza para poder bajar. Que garrón!

Lo más curioso del camino fue ver los extensos cultivos de uva protegidos del viento por interminables paredes de tela media sombra. Inclusive muchos tenían hasta techo hecho con esa tela. Realmente una vista atípica de los viñedos...

Por fin llegué a Vicuña tipo 17 hs. después de 117 km agotadores. En turismo no me dieron mucha bola. Camping a mano, nones. Las pensiones más baratas, un ojo de la cara. Todo mal. Y lo peor es que ya me había reservado el turno para ir al observatorio de Mamalluca a las 20,30...o sea, tenía que trepar 9 km más, de 650 a 1200 msnm. Lindo, no?

De casualidad y calculo que más por lástima que otra cosa, conseguí una pieza en el Hostal Michel. La usaban de oficina y no tenía agua caliente en el baño, pero salía casi la mitad de lo habitual (5000 chilenos, una pequeña fortuna para pasar sólo una noche). So, planté base, un tecito y a mover al observatorio.

Pasé por el pintoresco poblado de San Isidro, con su calle empedrada y las casitas de estilo colonial, y me choqué con la terrible cuesta que llevaba al observatorio. Ideal para relajar el cuerpo después de la pedaleada de hoy! Tardé una hora y llegué totalmente empapado, pero las vistas desde el camino valieron la pena, así como el atardecer que me vi.

La cosa arrancó recién tipo 21,15. Eramos 46 personas! Una multitud. Así que me prendí en el grupo angloparlante, de só0lo 6 individuos. Joya, así tenía más tiempo para las observaciones.

Arrancamos en el telescopio de la cúpula, mirando estrellas jóvenes (azules) y más viejas (coloradas), para pasar al impactante Saturno. Qué alucinante ver los anillos! Y después la luna ni hablar! Como estaba casi llena se podían apreciar todas las imperfecciones de los diferentes cráteres.

La cosa siguió con una observación al aire libre de las distintas constelaciones, y después con un programa bajado de la web, el Starry Night, que te permite ver el cielo en cada latitud en la fecha y hora que sea. Con muchos chiches que vale la pena
bajarlo para jugar un rato.

Afuera nos esperaban tres telescopios más en los que vimos nebulosas, cúmulos, y más luna. Lo que tanto ansiaba ver desde chico, hecho realidad. Un sueño!

El tema de llegar en bici caló bien entre los guías, así que me invitaron a escuchar un grupo que tocaba música andina en vivo con fotos espaciales de fondo, con una mística que me puso la piel de gallina. La música de los Kjarkas calaba bien profundo...

Y para completar el asunto, me quedé un rato más para ver a Júpiter y sus nubes gaseosas y hasta tuve telescopios sólo para mi mientras los grupos estaban en las charlas. O sea que me empaché de luna y estrellas. Mágico...

La bajada a la luz de la luna cerca de la 1 de la mañana también estuvo cargada de emoción. Más porque no veía un catzo de las imperfecciones del camino y se iba rápido con esa pendiente infernal! Un broche de oro espectacular para el viaje...

Ayer encaré el tramo final hasta La Serena. Lamentablemente otros casi 70 km de asfalto en bajada (a veces no tanto) con un pedorrísimo viento en contra. De paisaje mucho que decir no hay. Más cultivos, poblaciones más frecuentes, y un embalse de san puta (el Puclaro), cuyo faldeo me hizo sudar de lo lindo.

Llegué a eso de las 17 a La Serena, con la satisfacción de avistar el brumoso océano Pacífico y concluir el viaje con las expectativas cumplidas.

Al final me quedé en lo de Víctor Bermont, ya que las residencias de la Universidad donde iba a quedarme estaban cerradas. So, la hospitalidad de esta familia me permitió conocer mejor esta ciudad, muy desparramada y ligada con Coquimbo, con la atípica distribución que deja una gran franja de terrenos sin edificar entre el mar y la población.

Bueno gente, mañana domingo a las 23 estaré tomando el Covalle con destino a Mendoza. Empresa bastante trucha, pero la única que va directo. So, si engancho la combinación con el Andesmar de las 15, para las 9 del martes estaré bajándome en la Laguna de los Padres para llegar rodando a casa.

A los que anden por allá, nos vemos prontito. A los demás, seguimos leyéndonos...

Mil gracias a los que me mandaron mensajes durante la travesía. Se aprecia mucho y no saben cuánto vale!

Será entonces hasta la próxima aventura sobre ruedas del Jamerboi...

Un abrazo muy grande y besos a discreción,

Jamerboi

Unas estadísticas

Duración del viaje: 14 días
Jornadas de pedaleo: 13 días
Km recorridos: 780 km (518 asfalto, 262 ripio-tierra)
Promedio de km recorridos diariamente: 60 km
Distancia máxima recorrida en un día: 117 km (Campamento MELCO - Vicuña)
Distancia mínima recorrida en un día: 17,5 km (San Juan - Marquesado)
Total de horas arriba del asiento: 58 h 30 m
Promedio de velocidad general: 13,3 km/h
Máxima velocidad alcanzada: 49,2 km/h (en una bajada inesperada de 2 km camino al campamento de vialidad de Arrenquintin)
Problemas técnicos: nones! Sólo la pérdida del guardabarros delantero y la rotura del espejito en el límite gracias al viento pedorro que me tiró la bici.
Exclamaciones de asombro (tipo Wow! o Faaaa!!) al ir viendo los penitentes, entrecortadas por la falta de oxígeno: una bocha!
Litros de agua fresca que me hubiera tomado de no ser por no tenerlos a mano: ufffff!!!! una parva!










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